Fue en noviembre del 2001. Oubiña tenía 19 años y Víctor Fernández lo llevó a jugar una eliminatoria de Copa ante el Salamanca a partido único. Los Vagner, Doriva o Luccin no dejaron sitio para el canterano a pesar de que se enfrentaban a un contrario de Segunda División. En la prórroga cayó el Celta y además del disgusto de perder y no jugar, aquel chaval que empezaba acusó la típica noche gélida charra. «Hacía mucho frío pero cuando estás en el banquillo sueles pasar frío y además los nervios hacen que tu ilusión se acreciente», recuerda el ahora capitán celeste.
Entonces no jugó pero admite que su decepción no es la misma que puede sentir ahora cuando no se ve en el equipo. «Cuando empiezas se ven las cosas diferentes. No es igual que ahora que formas parte de un equipo y no juegas. Entonces no te quema más de lo debido el no jugar si entras en una convocatoria. Cuando empiezas hasta un entrenamientos es bienvenido».
El azar ha querido que casi una década después, Oubiña vuelva a suspirar por sus posibilidades de jugar en Salamanca. Ni siquiera diez años después le otorgan más opciones de tener minutos. «Cuesta igual (Risas). De aquella era difícil por el nivel de la plantilla y porque era peor jugador. Dar el salto del filial al primer equipo entonces era mucho más difícil por la diferencia de nivel. Había un escalón muy grande a nivel futbolístico, y la idea del club de antes a la que hay ahora también era otra. Era otro equipo, otro presupuesto, otra idea de Celta. Para la gente de abajo era difícil llegar pero que el nivel del primer equipo fuese tan alto hacía que te exigieses un poco más».
En su repaso rápido a esta década casi toda en celeste asegura que «ha habido de todo pero sobre todo bueno, salvo a nivel individual cuando te lesionas porque lo que quieres es jugar» .
La Voz de Galicia